A la misma hora, otro día más, salió galopando a través del bosque. Tras de sí dejaba una nube difusa por el aliento que expiraba por su boca, y los latidos de su corazón, agitados y tristes, se oían por todos los rincones del espeso follaje de Fangorn.
Con el último suspiro del día regresó. La luna había aparecido por encima de las copas de los árboles: inmensa, redonda y blanca.
Aquella noche, al llegar al establo, se desplomó sobre la paja recién mullida por todos los que sabían y admiraban su fortaleza.
Entre sueños, le pareció oír:
-¡Ha aparecido! ¡Ha aparecido!
Giró con dificultad su cabeza hacia la puerta y allí, entre los claroscuros que formaban los candiles de la caballeriza, estaba él, aquél que lo había criado y amado durante toda su vida. Y sintió, por última vez, las manos acariciando sus crines, las manos del más noble jinete de Rohan.
Con el último suspiro del día regresó. La luna había aparecido por encima de las copas de los árboles: inmensa, redonda y blanca.
Aquella noche, al llegar al establo, se desplomó sobre la paja recién mullida por todos los que sabían y admiraban su fortaleza.
Entre sueños, le pareció oír:
-¡Ha aparecido! ¡Ha aparecido!
Giró con dificultad su cabeza hacia la puerta y allí, entre los claroscuros que formaban los candiles de la caballeriza, estaba él, aquél que lo había criado y amado durante toda su vida. Y sintió, por última vez, las manos acariciando sus crines, las manos del más noble jinete de Rohan.
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