-Nunca había imaginado que los ángeles tuviesen este aspecto: avanzas sinuosamente y tu cuerpo es largo, generoso en movimientos. Al rozar mis dedos sobre tu piel siento frío pero tus palabras son cálidas- dijo mientras caía con extrema delicadeza sobre las losas de adobe, polvorientas y ásperas.
El ángel comenzó a ascender por su cuerpo, contorsionando sus vértebras en torno al muslo de la mujer. -¿Sabes? Siempre quise ser un espíritu celestial. Pensé que lo había conseguido cuando emergieron. Entonces la mujer alzó su mentón hacia el cielo y las alas se le desplegaron, blancas y suaves, como las de los cisnes levantando el vuelo.
Elena Pérez
Texto completo en: La Tapa, 54 (2007)
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