Hay un símbolo reciente de todo eso. Pensaba en ello hace un momento, cuando empecé a teclear estas líneas: Pippa Bacca, la artista italiana de treinta y tres años que hace dos meses decidió viajar, vestida de novia y haciendo autostop, por algunos de los lugares más peligrosos del planeta, en nombre de la paz, para demostrar, decía, que «cuando uno confía en los demás recibe sólo cosas buenas». Lo del traje nupcial, ojo al dato, era «metáfora de un matrimonio con la tierra y con la paz, del blanco y del femenino»; y lo del autostop, «ponerse en manos de otros viajeros y fiarse de la gente». Con tales antecedentes, a lo mejor a alguien le sorprende que, a poco de empezar el viaje, Pippa Bacca fuese violada y estrangulada en la frontera entre Turquía y Siria por un fulano con antecedentes penales. A otros, que somos unos cabrones suspicaces y mal pensados, no nos sorprende en absoluto. A los sitios peligrosos se los llama así precisamente porque hay peligro. Y el principal peligro se llama ser humano, sobre todo cuando nos empeñamos en creer que los valores que predicamos en nuestras confortables salitas de estar, discursos políticos y tertulias de la radio y la tele, son los mismos que manejan un talibán cabreado con un Kalashnikov, un africano hambriento con un machete, o cualquier hijo de puta con pocos escrúpulos y ganas de picarle el billete a una señora. Por ejemplo.
(Arturo Pérez Reverte)
Texto completo en Patente de Corso (XLSemanal, 8 de Junio de 2008)
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