jueves, 21 de febrero de 2008

El día de los enamorados

Siempre podré decir que el día de los enamorados almorcé junto a la catedral de Burgos y que, días después, aún seguía celebrando San Valentín en León, observando las pinturas románicas de la bóveda del Panteón de los Reyes, en la Basílica de San Isidoro. Y no es que sienta especial predilección por ese día, absurdo donde los haya, solo que a veces, me lío la manta a la cabeza y me dejo llevar por excusas de ese tipo, con la simple intención de coger una maleta y salir de viaje. Suerte la mía que aquí el santo se portó como debía, por una vez en toda santa vida comercial.
Cuatro días por la ancha y larga castilla. La sensación de que este era un viaje especial la tuve desde el mismo momento en que me subí al avión. Y lo fue, no por todo lo que hice o quise ver, sino por todo lo contrario: por todo lo que no vi y por todo lo que no decidí hacer...

Ahora que la cultura se ha hecho democrática y todos tenemos derecho a orinar amontonados en su portal, y el nivel Maribel de ésta se calcula en función de los ocho segundos que el visitante permanece ante La batalla de San Romano, del número de autocares aparcados ante la columna Trajana o de la longitud de las colas de turistas que, por decreto, desfilan este año ante los Goya del museo del Prado, la ausencia de ambición turística puede ser, incluso, satisfactoria y práctica. Te sientas en el rincón escogido, lees, piensas, miras. Da igual no verlo todo. En vez de correr de un lado a otro, empujando a la gente cámara en mano, procuras exprimir discretamente el rincón que elegiste o te cayó en suerte, agotándolo hasta la última pincelada o la última piedra. No hay museo, real o metafórico, que pueda visitarse en una hora. Ni siquiera en una vida. Y a menudo las mejores salas, los mejores lugares, están vacíos. Así, además, no te empujan y subes pocos escalones. Te cansas y te cabreas menos (El turista apático, por Arturo Pérez Reverte, en XL Semanal, 10 de Febrero de 2008).

(Un saludo para la señora, y clientes, de la chocolatería que hay junto a la Catedral de Burgos)

Imagen: Catedral de León

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